Luvina.

 

Ni dos, tres, seis meses, un año. El tiempo nunca nos perteneció. No es un escrito que sea relevante o que exista de alguna forma para explicar algo, quien lea esto y conozca el cuento de Rulfo de Luvina , sabra de las blanca montañas, nevadas por el amor nocturno.

Solo estoy de nuevo en la madrugada, sin dormir. 

Porque no será en uno o dos años que logré resolver los misterios del cielo de esta ciudad.  Pero tengo un pensamiento recurrente: será que escuché mal, o qué fue lo que escuche. 

Mucha veces pensamos en que había un designio divino en la forma de decir, pero somos tan mortales como los agapantos, que viven una sola temporada al año.

Nada insomne , en esta pradera oscura, que marca rosas en los costados de las mujeres que olvidan las plegarias que conocieron en la infancia.


Si hay leído esto, es una plegaria. 









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