Las aves vuelan sobre Capernaum.

 

Las gotas, marcas de arena que van dibujando oriones en tu nariz, puntos de mar, vuelos de otras respiraciones.

Mira tus brazos, hay más señales del fin de los tiempos en tu cuerpo que en las constelaciones, has dejado marcado el dedo, el día, el lunar, la ira necesaria para verme fijamente y llorar cielos de días vacíos, de pétalos de niña olivada por su madre.

Mi ave purpura, mi realeza, tesoro de las oscuridades del agua, me es imprescindible, hablarte en mi silencio nuboso, en mi amenaza, en tu figura de sol.

Es aun muy salado el insomnio para pasarlo juntos, donde estés mi sal es tuya.

 

 

 

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